El cáncer de pulmón es el más agresivo en hombres y el segundo en mujeres después del cáncer de mama.
Afecta más a hombres que a mujeres, aunque en estas sigue aumentando, mientras que en ellos ha comenzado a disminuir por reducción del consumo de tabaco. Suele aparecer en la década de los 60 años.
Más del 90% de los cánceres de pulmón se producen en fumadores o exfumadores. El riesgo aumenta con la cantidad de cigarrillos y el tiempo de exposición al humo del tabaco. Se asume además que debe de jugar un papel importante la interrelación entre la exposición a los agentes carcinogénicos del tabaco y la susceptibilidad genética del paciente, ya que no todos los expuestos lo padecen: el porcentaje de fumadores que puede padecer un cáncer de pulmón es inferior al 20%. El tabaquismo pasivo también eleva el riesgo de desarrollar un cáncer de pulmón (p.ej. las esposas y esposos de fumadores tienen un 25% más de riesgo de padecerlo).
Al diagnóstico, los síntomas más frecuentes son el dolor, la tos irritativa, la sensación de falta de aire (disnea), el síndrome general con cansancio, pérdida de peso y apetito y el signo que más alarma a los pacientes es la hemoptisis, emisión de sangre con la tos.
Más de la mitad de los cánceres de pulmón se diagnostican tarde, cuando ya han dado metástasis en otros órganos, con lo que el tratamiento se complica.
Los estudios necesarios para el diagnóstico suelen ser: endoscopia para tomar una muestra (broncoscopia) y el escáner o tomografía axial computerizada (TAC) para conocer la extensión, el tamaño del tumor y los órganos afectados.
Los principales tipos histológicos (por las características de las células tumorales) son: el cáncer de pulmón de célula no pequeña que a su vez se subdivide en carcinoma epidermoide o adenocarcinoma y el cáncer de pulmón de célula pequeña o microcítico.
El tratamiento es diferente según el subtipo.
En tumores localizados, sin afectación de ganglios ni metástasis, el tratamiento suele ser cirugía, y si esta no es posible radioterapia. A veces es necesario asociar quimioterapia tras la intervención.
En tumores con afectación de ganglios y sin metástasis el tratamiento suele decidirse en los llamados comités multidisciplinares donde diversos especialistas consensuan la actitud a seguir. En estos casos suele ser necesaria la asociación de quimioterapia, radioterapia y cirugía.
Si el cáncer presenta metástasis se realizan estudios moleculares para intentar afinar el tratamiento con nuevos fármacos como la inmunoterapia, los agentes antiEGFR (receptor de factor de crecimiento epidérmico), los agentes antiALK o con quimioterapia.
Los factores pronóstico más importante son la extensión del tumor, cuanto mayor y más diseminado peor, y el estado general del paciente, cuanto más deteriorado y debilitado, peor.
Los pacientes, como en cualquier otro tumor, tienen en sus manos enfrentarse a la enfermedad con espíritu de lucha para mejorar el afrontamiento y con ello la evolución. Es fundamental implicarse desde el comienzo en el tratamiento, en la toma de decisiones y llevar una vida sana con hábitos saludables. Entre ellos, abandonar el tabaco tendrá mayor impacto en la mejora que cualquier otra medida.
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