El aceite de palma y sus derivados se emplean en la industria alimenticia y cosmética por su fácil obtención, bajo coste y su capacidad para mantenerse en textura untosa a temperatura ambiente, lo que permite combinarlo con múltiples ingredientes.
Con aceite de palma se elabora bollería industrial, platos preparados, aliños, salsas, frituras, pizza, helados, chocolates, bombones, margarinas, sucedáneos de pan como los palitos o galletitas saladas. También se emplea en cosmética para fabricar cremas, jabones y pasta de dientes.
A pesar de ser un aceite vegetal, contiene grasas saturadas (grasas “malas”), a diferencia de los aceites vegetales saludables, el de oliva y girasol, que contienen grasas insaturadas, las saludables. Cuando compramos alimentos conservados en aceite, si este es de oliva o girasol lo incluye el etiquetado, mientras que si es aceite de palma lo que pone la etiqueta es “envasado en aceite vegetal”, generando ambigüedad y confusión.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (FESNAD) recomiendan evitar su consumo.
El aceite de palma suele calentarse a más de 200 ºC para mejorar su color, sabor y olor, y es entonces, en el procesado, cuando se generan compuestos con propiedades carcinógenas.
En resumen: el aceite de palma es uno más de los compuestos no saludables de la bollería industrial y los platos precocinados que debemos evitar y sustituir por alimentos frescos y, como aliño, emplear el aceite de oliva.
Paula Jiménez Fonseca
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